Con el avance de la ciencia y la medicina moderna, los remedios naturales han sufrido cierto descrédito, motivado en parte por el miedo al abuso o el mal uso de las plantas, que no dejan de contener sustancias químicas que hay que administrar con cautela, sobre todo en sectores de la población sensibles como la infancia o la vejez. Sin embargo, esta tendencia, junto a otras como la generalización de la vida urbana, o el alejamiento y la consiguiente pérdida de conocimiento de los recursos naturales, nos ha llevado, en buena medida, al otro extremo: ya no sabemos reconocer plantas de eficacia contrastada, olvidamos por completo para qué sirve cada una, y corremos el riesgo de consumirlas de forma inadecuada.
La Fitoterapia es la ciencia que estudia las propiedades terapéuticas de las plantas y, como tal, somete al método científico las virtudes que, en muchos casos, se le han reconocido a muchas especies vegetales desde tiempos ancestrales.
Hoy en día, la principal cuestión que se le plantea a alguien que quiere conocer en profundidad las plantas medicinales es cuál es su motivación. Si ésta es la confianza en la inocuidad de las drogas vegetales frente a los productos de síntesis, se le invita a abandonar su pretensión. Tampoco se podrá justificar a sí misma si lo que se pretende es apostar por un comercio internacional de fármacos más justo y sostenible, porque la lógica mercantil es parecida cuando nos movemos en un sistema de mercado. De hecho, las plantas, que siempre han sido la medicina del pueblo, hoy en día se venden en muchos casos a precios muy superiores a los medicamentos de síntesis.
Conocer las virtudes de las plantas, cuando no se es alguien que se dedique a investigar sus metabolitos (que tienen una proyección científica mucho más amplia), constituye un acto de responsabilidad. Recuperar el conocimiento empírico, buscar su apoyatura en los resultados de los estudios científicos y aplicar dicho saber a la práctica sanitaria de forma profesional o doméstica, permite no sólo rescatar un patrimonio de vital interés sino, además, ayudar a tratar las diferentes patologías leves cotidianas antes de que éstas se agraven, aliviando sufrimiento y rebajando la demanda de medicamentos del mercado. La Fitoterapia no pretende ignorar los avances médicos, ni sustituir sus tratamientos, mucho menos ante enfermedades graves. Tampoco busca cuestionar a las personas profesionales de la salud. Lo que ofrece son herramientas que todavía se pueden adquirir a bajo coste. Porque, a pesar del mercado, las plantas nunca han dejado de ser una farmacia gratuita, 24 horas y self-service, pero de la que se debe disponer con conocimiento y prudencia.
Canarias, debido al aislamiento conferido por la insularidad, y a su diversa orografía y variaciones climáticas locales, cuenta con una gran cantidad de especies vegetales, muchas de ellas endémicas. Algunos de nuestros endemismos, de hecho, son fruto de la especiación de plantas medicinales reconocidas, y aquí se han diferenciado en una o varias nuevas especies, con características propias que hay que conocer en profundidad. Por ejemplo, el granadillo (Hypericum canariense L.) está emparentado con el famoso hipérico (Hypericum perforatum L.), ampliamente utilizado como sedante y antidepresivo, entre otros usos. Tradicionalmente, la especie canario-madeirense también se ha empleado para estos mismos fines, pero el uso medicinal bien establecido, reconocido por los organismos oficiales, sólo se le confiere, por ahora, a la hierba de San Juan (nombre popular del hipérico europeo).
Las plantas medicinales han sido utilizadas profusamente por la población en todo el mundo y, por supuesto, también en Canarias desde la época aborigen. Muchos restos arqueológicos atestiguan que las poblaciones prehispánicas conocieron muy diversos usos para las especies vegetales presentes en las Islas. Por ejemplo, el proceso de embalsamamiento o mirlado de los cuerpos se llevaba a cabo utilizando, entre otras cosas, hierbas aromáticas como la orijama, o astringentes como el mocán, además del pino y el brezo. Es lógico pensar que también conocieron los usos terapéuticos de las plantas.
De lo que sí hay sobrada constatación es de los usos tradicionales de las hierbas medicinales entre la población campesina canaria. Algunos estudiosos como José Jaén Otero publicaron obras de divulgación en las que rescataron los remedios fitoterapéuticos de muchas personas de edad avanzada y amplia experiencia. Otra importante recopilación de saberes se encuentra en el libro Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte, profusamente abastecido por la información recopilada por el doctor Juan Bethencourt Alfonso y sus informantes.
Merece una mención especial la amplísima, exhaustiva y rigurosa tesis doctoral elaborada por el biólogo Arnoldo Álvarez Escobar, denominada Contribución al estudio etnobotánico de la isla de Tenerife (2012), de casi novecientas páginas, que recogen la experiencia de casi setenta personas de edad avanzada, sobre plantas medicinales aplicables tanto a personas como a animales. Este trabajo, disponible en línea, merecería gozar de mucho mayor reconocimiento general, tanto por su valor como salvaguarda de un patrimonio etnográfico fundamental, como por su potencial como base de datos para el estudio científico sobre los principios activos y usos terapéuticos de las plantas canarias.
El avance de la medicina moderna no dio la espalda, al menos al principio, al conocimiento popular sobre los usos de las plantas. La viajera británica Olivia Stone, que recorrió Canarias entre el otoño de 1883 y la primavera de 1884, fue paciente del doctor Gregorio Chil durante su estancia en Gran Canaria, para tratarse una enfermedad que padeció durante algunas semanas. En su obra Tenerife y sus seis satélites recogió usos fitosanitarios recomendados por su doctor, como la colocación de hojas de col en el pecho tras la aplicación de vejigatorios. También le aplicaron una corona de hojas de eucalipto para aliviar el dolor de cabeza.
José de Viera y Clavijo, en su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, recoge también muchas aplicaciones terapéuticas de las diferentes especies vegetales. Un botón de muestra: “El zumo de la cebolla es pectoral, aperitivo, diurético, admirable en las hidropesías, asma pituitosa y epidemias pestilenciales. Cocida bajo el rescoldo abrevia la supuración de los abscesos y tumores inflamatorios”.
Hoy en día, la Fitoterapia es una parte de la Farmacología y, como tal, cuenta con organismos internacionales que la regulan como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ESCOP (European Scientific Cooperative for Phytotherapy) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Estas entidades tienen a disposición del público páginas web en las que publican las monografías que le dedican a cada una de las plantas estudiadas, las evidencias clínicas y no clínicas que permiten avalarlas, y las contraindicaciones y efectos secundarios que pueden presentar. En el ámbito español, las monografías de seguridad y eficacia del Vademécum de Fitoterapia (Vanaclocha y Cañigueral, 5ª edición, 2019), se exponen en la página web www.fitoterapia.net, que dispone de un buscador terapéutico muy útil para identificar plantas adecuadas a cada patología.
Además, el interés social por los remedios naturales y la conveniencia de formar al personal sanitario en este campo, abren cada vez más oportunidades de aprendizaje en muchas universidades, tanto mediante cursos como a través de títulos de postgrado en plantas medicinales y en fitoterapia.
El estudio científico de las características fitoquímicas de la flora canaria se inició de la mano del investigador realejero Antonio González quien, con mucho esfuerzo y dedicación, fundó el Instituto Universitario de Bio-Orgánica que hoy lleva su nombre, por el que han pasado personalidades científicas de todo el mundo, y que fue asesorado por personas de renombre de la investigación botánica de las Islas, como Eric R. Sventenius. En el Instituto se han conseguido aislar numerosos principios activos de muchas plantas canarias de los que se han extraído importantes conclusiones sobre mecanismos biológicos reconocidos en revistas y foros de renombre en el mundo científico.
Desde su creación, se han investigado plantas de la familia de las Plantagináceas, como la cresta de gallo (Digitalis ssp, antigua Isoplexis ssp); las Crasuláceas, especialmente la especie Aeonium lindleyi Webb & Berth; las Fabáceas, como las retamas; las Rutáceas; las Dioscóreas canarias; y las Lamiáceas, familia a la que pertenecen muchas plantas medicinales de usos muy reconocidos, incluyendo especies canarias como la chahorra de monte (Sideritis canariensis L.) y la salvia morisca (Salvia canariensis L.). También se han estudiado otras familias como las Lauráceas, o especies no nativas como la platanera, perteneciente a la familia de las Musáceas.
Actualmente, el Instituto mantiene activas, entre muchas otras, algunas líneas de investigación sobre fuentes naturales que sirvan como agentes anticancerígenos o antimicrobianos.
Además, algunos botánicos ilustres han publicado obras de referencia en las que recopilaron usos reconocidos de las plantas canarias, como David Bramwell (1990) con su libro Plantas medicinales en Canarias, o Pedro Luis Pérez de Paz y Consuelo Esther Hernández Padrón con su extensa obra Plantas medicinales o útiles en la flora canaria, que vio la luz en 1999.
A modo de ejemplo, vamos a exponer en este artículo algunas recomendaciones fitoterapéuticas para las afecciones respiratorias. Esta sintomatología suele ir asociada a enfermedades virales como la gripe y el resfriado común, y suele cursar con dolor de garganta, mucosidad y tos.
Algunas plantas medicinales ayudan a reducir estos síntomas con una efectividad contrastada como la hoja de hiedra (Hedera helix L.), cuya efectividad mucolítica y expectorante ha sido demostrada en diferentes modelos experimentales. El mecanismo de funcionamiento de sus compuestos químicos la capacita para disminuir la viscosidad del moco y dilatar los bronquios. Sin embargo, las agencias reguladoras recomiendan su administración mediante extractos, por lo que resulta recomendable adquirirlos en farmacias u otros establecimientos, a modo de jarabes e incluso supositorios, atendiendo al cumplimiento de los requisitos de seguridad y a que hayan sido formulados siguiendo las instrucciones adecuadas para garantizar el efecto terapéutico.
En Canarias, además de este tipo de hiedra, introducida en las islas, también está la nativa hiedra o yedra canaria (Hedera canariensis Willd.) que, dada su cercanía filogenética, también podría contener los mismos o parecidos metabolitos y, por ende, propiedades terapéuticas. Queda pendiente su confirmación por parte de las instituciones científicas competentes.
Otras plantas, además de contar con una arraigada evidencia terapéutica popular, cuentan con sus propias monografías en la Agencia Europea del Medicamento. Destacamos aquí el tomillo (Thymus vulgaris L.) porque es una hierba de uso extendido, fácil de adquirir, y que puede administrarse mediante infusión. Es importante señalar que para garantizar la efectividad de las infusiones no debe dejarse en ebullición con el vegetal dentro si éste contiene sus principios activos en las hojas. Solo si se trata de una raíz o una corteza dura es preciso hervirla unos minutos. Someterlas a altas temperaturas durante mucho tiempo supone perder los compuestos volátiles que, en muchos casos, son los que contienen buena parte de sus virtudes farmacológicas. Se deberá, pues, hacer una infusión con el agua en punto de ebullición, pero apagada, y dejándola reposar, tapada, durante unos cinco minutos. La recomendación de la EMA para el caso de las infusiones de tomillo es añadir uno o dos gramos de hojas secas, y tomar 3 ó 4 tazas al día. Su aceite esencial tiene un alto contenido en timol y carvacrol, que le confieren una importante capacidad antiespasmódica y expectorante, ya que ayuda a fluidificar la mucosa. También presenta actividad antiséptica, sobre todo antibacteriana y antimicótica, lo cual lo hace adecuado, incluso, como remedio frente a infecciones urinarias y de la cavidad bucofaríngea, o como coadyuvante en el tratamiento de vaginitis bacterianas.
Otras plantas expectorantes recomendables de uso común y fácil acceso, que pueden tomarse mediante infusión, son el orégano (Origanum vulgare L.) y el anís verde (Pimpinella anisum L.), que no está citada en Canarias como especie silvestre pero se suele encontrar en muchas cocinas, aunque este último no debe administrarse a menores de 12 años por la presencia de estragol.
Por otra parte, y como es sobradamente conocido, el bulbo de ajo (Allium sativum L.) sirve, sin ninguna duda, para hacer frente a muchos patógenos. Se ha demostrado su efectividad frente a numerosos virus, entre ellos el de la influenza (gripe), además de que ha sido probada su capacidad para reforzar el sistema inmune mediante un aumento de la fagocitosis, de la proliferación linfocitaria y de las células natural killer. La mayor actividad antiviral se atribuye al ajoeno y a la alicina. Además de los extractos o tinturas que pueden encontrarse en el mercado, la Organización Mundial de la Salud recomienda, salvo otra prescripción facultativa, la ingesta de 2 a 5 gramos de ajo fresco diarios. El Diccionario de Viera también glosa sus propiedades medicinales: “Esta raíz bulbosa de olor fuerte y de sabor cáustico, está dotada de una virtud madurativa, antihistérica, diurética, vermífuga y propia para excitar la insensible transpiración. Aplícase en la hidropesía de pecho, en el asma pituitosa, en la tos catarral, en la diarrea por debilidad de estómago y en los cólicos ventosos […]”.
Hay hierbas espontáneas, silvestres y cultivadas, perennes o anuales, que también ayudan a hidratar la mucosa y a proteger las vías respiratorias frente a los ataques de tos. Son plantas ricas en mucílagos, que les confiere una cierta viscosidad que proporciona una barrera o película que suaviza la garganta. Esta protección ayuda a disminuir los golpes de tos y la irritación. Entre ellas, abundan en nuestras islas la malva (Malva sylvestris L.) y el llantén (Plantago lanceolata L.). La malva contiene sus mucílagos tanto en la flor como en las hojas, y la EMA recomienda la infusión o decocción con 1-2 g (flor) o 1,8 g (hoja) en 150-250 ml de agua, tres veces al día. Respecto al llantén, que también tiene cierta actividad antiinflamatoria y antioxidante, la EMA aprueba su uso tradicional para el tratamiento sintomático de las inflamaciones orales, faríngeas y para la tos seca. La infusión recomendada contiene 2 gramos de hojas de llantén troceadas o en polvo, en 150 ml de agua, dos o tres veces al día. También hay muchos jarabes y otros extractos de ambas hierbas en el mercado.
Respecto a los vegetales con efecto balsámico, además de antisépticos y expectorantes, destacamos, por su abundancia en las Islas, el eucalipto, el pino y la lavanda, que pueden utilizarse en infusión para hacer baños de vapor.
El eucalipto (Eucalyptus globulus Labill.), un controvertido árbol muy presente en Canarias, cuenta con el reconocimiento de la EMA, la ESCOP y de la Comisión Europea para hacer frente a los efectos de las enfermedades de las vías respiratorias, tanto mediante infusión para ingerir o respirar el vapor, como a través del uso de su aceite esencial o de extractos y preparados. Su aceite esencial es antitusivo, expectorante y antiséptico, especialmente frente a hongos y bacterias del tipo Streptococcus sp., Haemophilus influenzae, H. parainfluenzae, Klebsiella pneumoniae o Stenotrophomonas maltophilia. Las infusiones están recomendadas a partir de los 12 años, y el aceite esencial está especialmente contraindicado para los bebés y los niños y niñas pequeños, sobre todo aplicado cerca de la nariz, porque puede desencadenar problemas respiratorios muy graves, además de convulsiones. La posología es de 1,5 a 3 gramos en 150 ml de agua, hasta cuatro veces al día. La posología recomendada para preparar vahos es de 3 gramos, hasta 4 veces al día.
La bibliografía oficial española sobre las virtudes terapéuticas del pino hace referencia únicamente a las especies Pinus elliottii, Pinus halepensis, Pinus maritima, Pinus nigra, Pinus palustris, Pinus pinaster y Pinus sylvestris. Sin embargo, Pedro Luis Pérez de Paz y Consuelo E. Hernández Padrón recogen las propiedades del pino canario (Pinus canariensis) en su monografía Plantas medicinales útiles en la flora canaria. Entre ellas citan su capacidad analgésica, anticatarral y antiinflamatoria. Es preciso, no obstante, obtener más información para conocer qué parte del árbol contiene los principios activos que interesan en este caso, cómo procesarlos, qué posología recomendar, y qué efectos secundarios, contraindicaciones y precauciones especiales hay que observar.
Algunas plantas resultan especialmente útiles como antiinflamatorias, resultando adecuadas para disminuir el malestar general provocado por el proceso infeccioso. Entre ellas, las hojas de salvia (Salvia officinalis L.) están indicadas para abordar las inflamaciones e infecciones de la mucosa bucofaríngea, entre otras aplicaciones de mucho interés. Sin embargo, su contenido en tuyona, una sustancia neurotóxica, hace preciso recomendar la contención en su consumo tanto en el tiempo como en cantidad (no superando la dosis de 15 g de una vez).
Como se menciona en el apartado dedicado al estudio de la Fitoterapia en Canarias, la salvia morisca (Salvia canariensis L.) ha sido una de las más estudiadas en la historia del Instituto de Bio-Orgánica. Contiene principios activos que le confieren actividad antibiótica sobre bacterias y hongos, y propiedades antiinflamatorias. Además, sus aceites esenciales ayudan a rebajar la fiebre.
Las plantas medicinales poseen principios activos que son compuestos químicos con capacidad farmacológica que, en algunos casos o según las características de la persona que las consuma, pueden producir toxicidad hepática, neurológica o de cualquier otro tipo. Muchas plantas, de hecho, poseen alcaloides que las hacen especialmente tóxicas, por lo que es importante aprender a reconocerlas, y hay que tener mucha cautela a la hora de recolectarlas (es fácil confundir el perejil silvestre con la cicuta, por ejemplo). Muchas de ellas también interaccionan con los medicamentos que se deben ingerir, por lo que es muy importante analizar qué y cuántas sustancias se están administrando para saber si es recomendable o no consumirlas de forma concomitante, o si hay que esperar un tiempo entre una ingesta y otra para que no se produzcan interferencias. A este respecto cabe señalar que plantas como la malva o el llantén, ricas en mucílagos, retardan la absorción de otras sustancias; por ello, es recomendable espaciarlas al menos dos horas de otros medicamentos. Otras, como el hipérico, interaccionan con muchos medicamentos, especialmente los que se metabolizan en el hígado, por lo que es imprescindible contar con la opinión médica antes de consumirlos.
Como ejemplo de una sustancia vegetal muy interesante, pero con la que hay que tomar precauciones, veamos el caso del ajo. Este bulbo es un potente antiagregante plaquetario. Por ese motivo, además de aplicarlo contra las afecciones respiratorias, se recomienda su ingesta para luchar contra los niveles altos de colesterol y como coadyuvante en el tratamiento de la hipertensión arterial. Sin embargo, por este mismo motivo, las personas que presentan problemas de coagulación sanguínea deben evitar su ingesta excesiva, porque podrían presentar hemorragias. También debe ser administrado con precaución en caso de padecer úlceras gástricas o gastritis.
Otra planta a la que hay que prestar atención es al poleo (Mentha pulegium L.). Su contenido en pulegona (en el caso de la especie canaria Bystropogon canariensis (L.) L´Hér.-, superior, de hecho) la convierte en una planta con un potencial hepatotóxico de la que no es recomendable abusar. Merece una especial mención en este artículo, puesto que suele ser utilizada para aliviar los resfriados, en combinación con medicamentos como el paracetamol, que también tiene la capacidad de dañar el hígado.
Por último, respecto a la recolección, y como es natural, es importante analizar la calidad ambiental del entorno en el que se encuentran las hierbas que queremos cosechar, puesto que podríamos ingerir con ellas contaminantes derivados de la polución del aire, del suelo o del agua.
Además de todo ello, durante el embarazo y la lactancia hay que tener especial precaución con las hierbas medicinales que se consumen. De hecho, son pocas las que cuentan con total seguridad durante el periodo gestacional. Para el caso de la lactancia, es muy recomendable consultar la página web e-lactancia.org, que aporta información científica y actualizada sobre la compatibilidad de la misma con muchísimos medicamentos y plantas medicinales.
El presente artículo habla de Fitoterapia desde Canarias y ofrece algunos remedios, a modo de ejemplo, de drogas vegetales útiles para tratar las afecciones respiratorias. Quizás resulta decepcionante para un público que busque grandes novedades, nombres de especies exóticas o endemismos con propiedades de las que nadie había escuchado hablar antes.
La mayoría de especies que podemos usar en Fitoterapia con seguridad se han usado toda la vida. El ajo, el tomillo, el eucalipto o el orégano están en la memoria de casi todas las familias. Y lo están porque siempre funcionaron, lo que pasa es que ahora disponemos de instituciones que avalan y explican su mecanismo de actuación.
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Fitoterapia.net
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Viera y Clavijo, J. Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias.
La autora agradece la colaboración de Pepe García Casanova, Doctor en Ciencias Biológicas, quien revisó este artículo y aportó valiosa información sobre la nomenclatura correcta de especies y familias botánicas, además de sobre otros aspectos formales y de contenido.